lunes, 6 de mayo de 2019

16 de junio de 1986, Argentina vs. Uruguay, México '86. “Ganar de nuevo”

Uruguay salió con camiseta blanca, tenía a varias figuras conocidas por los argentinos: el habilidoso Enzo Francescoli y varios defensores rústicos que pegaban patadas en los tobillos, como Nelson Gutiérrez y el capitán Jorge Barrios. Argentina salió con la camiseta suplente, la azul, y su figura indiscutible era el capitán Maradona. El Diego de azul estaba intratable, jugando su mejor partido en los mundiales. Ya en los primeros minutos, una pelota que picó alta entre Maradona y dos uruguayos fue ganada con la cabeza por el argentino que entró al área y tiró un centro perfecto a Valdano, que no llegó a cabecear de forma direccionada. Esa fue la primera. Para condicionarlo, en la jugada siguiente el uruguayo Barrios le impidió a Diego agarrar la pelota, pegándole un codazo con patada incluida, marcando el primer foul violento del clásico sudamericano. 
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En ese partido difícil, áspero, picapedrero, Argentina consolidó al equipo. Oscar Ruggeri salía del fondo con mucha seguridad, tocando la pelota con Burruchaga y Giusti se animaba a pasar la mitad de cancha. A los 42 minutos del primer tiempo, Diego se volvió a enfrentar con el capitán uruguayo Barrios, que le apuntó al 10 argentino, en el tobillo izquierdo, dándole con salvajismo. Esta vez Diego evitó que Barrios lo achurara, lo encaró en velocidad, pero frenó, lo enganchó, como bailando un tango. En esos movimientos mostraba una plasticidad influenciada por una picardía tanguera a la hora moverse. El quiebre de cintura dejó a Barrios desacomodado, Diego hizo pasar sutilmente la pelota entre sus propios pies y lanzó un centro al ras del piso para Batista, que tocó a un veloz Burruchaga que intentó pasársela a Valdano que apenas la rozó. La carambola tanguera terminó en los pies de Pedro Pablo Pasculli que anotó el 1 a 0. 
Desde ese minuto lo de Maradona fue 10 puntos. En el segundo tiempo Diego protagonizó un ballet. En una jugada de paredes con Valdano convirtió un gol que el árbitro invalidó por un foul inexistente. Yo, con cuatro años, me había quedado dormido en la silla, sin que mi hermano se diera cuenta. Gaspar gritó el gol desaforado, sin notar que había sido anulado, y me despertó. Carlos Bilardo también había  gritado el gol, parándose del banco y levantando las manos. Al darse cuenta de que lo habían invalidado, fingió acomodarse el pelo para disimular. Maradona se quejó, le gritó al juez de línea, juró que no había cometido foul ni empujado a nadie. Miró al cielo y le pidió a Dios que cobrara ese gol. El partido siguió 1 a 0, Diego muy veloz, como un pájaro azul que vence a la velocidad del tiempo, corrió con la pelota eludiendo hasta una punta y tiró centros que eran como balas picando cerca del arco charrúa. El único problema era el capitán celeste, Barrios, que cada vez que se cruzaba con Diego le pegaba un tiro en el tobillo. El árbitro ni siquiera le sacó tarjeta amarilla. Pero a los 15 minutos del segundo tiempo pasó algo de película que iba a cambiar todo. 
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El partido jugado en Puebla, México, sufrió un extraño fenómeno meteorológico. Un viento muy fuerte que anticipaba una tormenta ayudó a Uruguay, que puso en cancha a un delantero más para intentar descontar. Con la casaca 18 entró Ruben Paz. El choque del aire templado, típico de Puebla, con el viento cálido ocasionó una tormenta muy agresiva, arrastrando la pelota en el aire para el lado del arco argentino. Estaba el antecedente del terremoto en el estadio Cuauhtémoc. De repente, el cielo se puso negro y unas gotas  anunciaron el temporal. Pumpido vio varias veces disparos de Ruben Paz muy cerca, a una velocidad superlativa por el viento que soplaba fuerte contra su arco. Las banderas en las tribunas no soportaron el viento y empezaron a volar por el aire; también se volaron partes de las cabinas de los periodistas y accesorios de los utileros en los bancos de suplentes. Uruguay le puso garra pero Argentina ganó. El partido terminó 1 a 0, la celeste y blanca sacó pecho en la lucha por la copa. Logró ser equipo, por encima de las buenas individualidades. Es verdad que la actuación de Maradona como un engranaje perfecto entre la mitad de cancha y el área fue decisiva, pero todo el equipo se había ordenado en esa tarea. Si Diego era el motor y las ruedas de ese auto, en el partido contra Uruguay encontró en ese equipo dirigido por Bilardo un esquema ideal para poder llegar a transmitir esas genialidades.